jueves, 3 de abril de 2008

Herman, Paul y sus monstruos



No hacer absolutamente nada,
que es la cosa más difícil del mundo,
la más difícil y la más intelectual

Oscar Wilde





Siempre lo he citado pero cuando tenía la oportunidad de leerlo, simplemente, y muy al caso, prefería no hacerlo y acababa depositándolo de nuevo en la estantería. Hasta que un día lo abrí. Durante gran parte de la lectura de Bartleby el escribiente me ha acompañado la imagen de otro gran nihilista: el señor Teste; ese monstruo valéryano que siempre prefería no hacer, y no porque no supiera qué hacer o cómo hacer, sino porque prefería no escoger.
Esta forma de negación, de parasitismo, condujo a la muerte a ambos personajes. Entre Bartleby y Monsieur Teste hay una palpable semejanza pero también un abismo profundo. El nihilismo de uno es radical, el del otro es imperfecto, ya que en la negación de la vida de Teste hay una suerte de idealismo, aunque de lo más profano. Si en Bartleby existía una causa que justificase su actitud, la ignoramos, no se nos dice, lo cual convierte a este personaje en alguien sobrecogedoramente sospechoso. ¿Quizá intuimos en su silencio una verdad horrorosa que no se hace explícita, que no se nos quiere decir?
De Monsieur Teste conocemos, sin embargo, casi todo. El señor cabeza justifica su existencia parasitaria mediante causas filosóficas, ante las que podemos o no estar de acuerdo. Para Teste la infinita posibilidad de elección vuelve imposible la decisión. Sólo los necios no comprenden este hecho y actúan. Él no quiere pertenecer a esta saga: la estupidez nunca fue mi fuerte, nos advierte de primeras.
Para Teste, el acto es imperfecto. Y esa radical afirmación de lo perfecto (que sólo podría ser lo que no está en la vida) lo convierte en nihilista imperfecto. En el reino del intelecto, de las ideas – ese lugar idealizado de las posibilidades infinitas – todo queda a salvo de una muerte inevitable y paradójica: la muerte de darles vida.
De esta manera, Teste ha entrado en el terreno de la inacción, pues quien está en la nada como pureza, está en el infinito nulo.
Teste muere de un idealismo nihilista. Bartleby muere como un auténtico nihilista. No el que se destruye afirmando su rechazo a la vida sino el que, negándola, decide no ponerle fin y dejarse estar. Morir o no morir están en la misma jerarquía, porque para Bartleby no hay jerarquías. Para el señor Teste negar la vida es un acto jerárquico vital.

3 comentarios:

Antonio Almansa dijo...

Nadie está libre de decir simplezas. La desgracia es decirlas seriamente.

Montaigne

otro que baila en la huida

Anónimo dijo...

sé que tengo que escribirte...pero para no decir simplezas "preferíria no hacerlo"

(sabes que te leo)

María Ruiz de Apodaca dijo...

Javier: o creer que son realmente tan serias. Costello.
Esta semana tenía el propósito de sacar los Essais de Montaigne de la biblioteca. Me parece que algo, desde aquí, me está empujando a hacerlo inmediatamente.

Incógnita: Muchas gracias por leerme, por no "preferir no hacerlo". tengo ganas de verte. Muchos besos, guapa.