lunes, 7 de julio de 2008

Inglaterra en el Sur


Hay cuerpos que no aguantan la noche. Dominique sufre una patología nerviosa ante el invierno. No obstante, siempre elige el norte como destino para vivir. Sus inviernos son largas enfermedades empapadas de la ausencia de mar. Se agarra al calendario contando los minutos que quedan hasta el verano. La Rennaissance. La amplitud azul, el calor azul. En primavera sobrevive porque la esperanza de sol es, a menudo, más potente que el sol. Cuando vuelve al sur se jura que nunca regresará al norte, pero el final del verano viene siempre acompañado de una enfermiza nostalgia hacia aquellas ciudades, en parte, inventadas, y viaja de nuevo hacia ese placentero infierno de la historia europea. Allí enferma; todo su cuerpo es una fiebre anónima que tirita en su piel y se agota en los áridos museos, ante las grandes joyas preservadas, frente a las catedrales y las plazas tamizadas con esa lluvia persistente que hace del norte y, sobre todo, de Inglaterra, esa postal sublime y gris. A veces siente que es el final, que está llegando a algun sitio definitivo de su mente y que su cuerpo le está exigiendo una rendición. La entrega a las olas de agosto, al secreto milenario del sur. Un día concibió un proyecto: convertir el sur en un norte. Crear en el desierto, en esa tierra, en ese Dorado paisaje una nueva Europa. Tumbada en un sofá, mientras la lluvia cubre el barrio de St. John's Wood, imagina una enorme ciudad, una Babilonia a orillas del mar, con sus luces de tiempo y sus monumentos gastados. La imagina con todo el detalle posible, al estilo de un Praga o un Londres, y a la vez que aquella ciudad de espejos se eleva, una brisa cómica la deshace. Dominique sabe que su proyecto es imposible. No se puede construir Londres o París en una ciudad distinta a Londres o París. No se puede, a menos que se quiera duplicar el grosero error de un Las Vegas. Comprende que no es la vida, ni los museos o edificios, los parques o los ríos, lo que tiene que trasladar al sur, sino la Historia. Lo que ama de esas frías ciudades de la noche es su Historia. Pero la Historia pertenece al Norte, mientras que al Sur pertenecen el ahora y los días de luz, vacíos y sin historia, sin peso, como sus desiertos. Los paisajes lunares de Tabernas son la historia de un paso ininterrumpido de maravillosas nadas, que convierten al visitante en un privilegiado observador de la superficie lunar.

La historia es del Norte y el Paraíso del Sur.
Adán y Eva caminando sin pasado a sus espaldas, como esas siluetas alejándose en las calas de San José cuando cae el sol. Ese fue el último pensamiento de Dominique antes de deshacer Babilonia.
En el origen no hay memoria. En el origen, el paraíso es agua y fluye la luz sin peso.
La memoria son las sombras de la Historia que sostienen catedrales de tiempo y cielos inviolables.
Dominique tiembla de frío. - Es verano en toda Europa, pero en Inglaterra llueve.-
Sabe que debe volver al Sur. Sin embargo, coge su abrigo de agosto, su sombrero y su paraguas y camina hasta Trafalgar Square. Desde allí, unas nubes generosas permiten entrever la famosa torre del Parlamento, y el sonido de las campanas le recuerda los versos, por primera vez entendidos, de T.S. Eliot: "History is now and England", y lamenta estar atada a la historia de la noche como a la leve caligrafía de los días azules de Tabernas, vieja como la luna, y sin tiempo, como un instante de luz al que se vuelve una y otra vez.

3 comentarios:

Antonio Almansa dijo...

barcelona en el norte. cada día escribes mejor, el problema eterno ante las olas del mar, civilización o barbarie. Besos, suerte, y deseos de felicidad.

R.Sije.

Anónimo dijo...

Qué bueno tu post. Me ha recordado a Carmela Soprano en París ;)

Besos desde Madrid

María Ruiz de Apodaca dijo...

Mónica!, qué alegría verte por aquí. Gracias por tu comment. Vendrás a Londres este veranito? me encantaría verte, yo estaré aqui hasta septiembre. Por cierto, no tengo la dirección de tu blog, escríbemela, me encantará visitarlo.

Muchos besos.